
"Me negué al principio pero, no sé por qué, cambié de idea. Mandó a
buscar uno de esos bollos cortos y rollizos llamados pequeñas magdalenas
que parecen haber sido moldeados dentro de la valva acanalada de una
vieira. Y acto seguido, maquinalmente, abrumado por aquella jornada
sombría y la perspectiva de un triste día siguiente, me llevé a los
labios una cucharilla de té donde había dejado empaparse un trozo de
magdalena. Pero en el instante mismo en que el trago mezclado con migas
del bollo tocó mi paladar, me estremecí, atento a algo extraordinario
que dentro de mí se producía. Un placer delicioso me había invadido,
aislado, sin que tuviese la noción de su causa. De improviso se me
habían vuelto indiferentes las vicisitudes de la vida, inofensivos sus
desastres, ilusoria su brevedad, de la misma forma que opera el amor,
colándome de una esencia preciosa; o mejor dicho, aquella esencia no
estaba en mí, era yo mismo”.
El poético corto de Kunio Kato, la Maison en Petit Cubes,
https://www.youtube.com/watch?v=N9zsDcp6e4U nos introduce sutilmente en el mundo de los recuerdos, la memoria y el
tiempo, magistralmente sitentizados en los atmosféricos dibujos de sus
personajes y arquitecturas.
Dibujos que como las palabras de Proust nos recuerdan que todo en nuestro mundo es finito, que el universo y la perpetuidad están
probablemente en los detalles y de que solo nuestras ilusiones y sueños pueden aspirar
realmente a la eternidad.
Y es en la CASA el lugar donde anidan secretamente esos recuerdos, esperando a ser liberados, ocultos en cada objeto, cada olor y cada sonido. La casa recinto que acoge la poética del espacio de habitar (Bacherlard) hecha de sótanos pesados y oscuros y de buhardillas ligeras y luminosas.
Curiosamente no se señaló en el taller la casa como el gran protagonista permanente de la existencia de su anciano habitante, el lugar común de nuestro refugio, pero también de la expresión de nosotros mismos, llena o vacía de objetos, graves o ligeros
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